(porque no sé dónde poner la coma ahí)
Querido lector:
El otoño acaba de empezar. Ya sabes, la misma mandanga de todos los años: los días se acortan, empiezas a amanecer de noche, a ir al trabajo de noche, a compartir la vía pública con todos esos considerados y amables conductores madrileños también de noche, a entrar en el trabajo de noche, a salir de casa de noche, y un buen día te preguntas «¿cómo diablos hemos llegado hasta aquí?» y, como no encuentras respuesta, te agarras como a un clavo ardiendo a ese pensamiento recurrente: «pronto pasará toda esta mierda y volverán los días más largos; total después de Reyes ya se empieza a notar», y así todos los años hasta el día de tu muerte, que podrá ser más pronto o más tarde, pero ten bien seguro de que te va a llegar.
Y tú que pensabas que habías venido aquí a divertirte ¿verdad? En realidad, si lo piensas bien, hay pocas cosas más delirantemente cómicas en el universo que la futilidad de la existencia humana. No somos más que motitas de polvo en el inmenso océano del cosmos, así que nada importa mucho, realmente. Asúmelo, querido lector. No pasa nada. Nunca pasa nada.
En medio de toda esta irrelevancia, estuve escuchando este verano el episodio que Rancho Drácula dedicó a Prometheus y Covenant, esas dos precuelas de Alien que Ridley Scott se sacó de la manga hace unos años. No las había vuelto a ver desde su estreno en cines, y en su día no tenía una opinión clara acerca de ellas, así que me ha dado por verlas de nuevo. Y he de confesar que han subido como la espuma en mi irrelevante ranking cinéfilo.
Cuando Ridley Scott anunció que volvía al universo Alien nos volvimos todos locos. La nueva peli se iba a llamar “Prometheus” y mi imaginación se desbordaba. Recuerdo haber soñado con ella antes de su estreno, una noche de verano en un aburrido resort playero. Yo era parte de la tripulación de la nave Prometeo y recorría sus pasillos curvados, laberínticos, iluminados por una tenue luz purpúrea. La nave, de alguna manera, me recordaba a un inmenso submarino. Nada tenía mucho sentido en aquel sueño, pero yo la gocé mucho allí dentro.
Luego resultó ser otra cosa, claro. Scott y sus guionistas llevaban la franquicia por derroteros nuevos, ignorando todas las novelas y comics que desde el año 88 habían ido apareciendo. Eso está bien. De hecho, uno de los rasgos distintivos (y más chulos) de la saga ha sido la variedad que ha ido aportado cada uno de los creadores que se han acercado a ella desde sus propios presupuestos creativos.
La peli se estrenó y le llovieron hostias. Que si los astronautas eran tontos, que si al space jockey me lo han matao, que si nada era verosímil, que si el origen del bicho le quita la gracia, que si échate a un lado, Charlize, mujer!... No vamos a ir de listos ahora, porque todos caímos, quién más, quién menos, en ese pozo de légamo. A mí enseguida me dio por pensar que, más que una secuela, aquello era una variación, como un relato al margen con algunas conexiones y una inspiración común. Me gusta más así. De hecho, la peli ha crecido considerablemente y, comparándola con la inmensa mayoría de lo que estrena hoy en día, es una puta obra maestra. Y Noomi se abre el vientre delante de tus ojos ¿qué más quieres, por el amor de Dios? Dicen que el documental sobre la peli, “The Furious Gods”, está fetén, así que, ahora que me he vuelto a dejar arrastrar por un frenesí xenomorfo, me lo estoy enchufando a intervalos regulares (spoiler: no, no están tan bien como decían, pero tampoco está mal. Y sale Noomi haciendo monerías).
Efectivamente, después de verme Prometheus, me puse Covenant. Y qué gozada. Qué disfrute. Esa peli está hecha para mí. Solo hay que quitarle la ridícula escena del chestbuster. Lo demás es todo magro. Puro cine gótico. Fassbender se come la pantalla. Esos decorados. Ese castillo. Esa luz. Esos alienitos pálidos como fantasmas. Ese final. En fin: la tercera mejor de la saga.
Embriagado como estaba de xenomorfismo, decidí ponerme de una maldita vez con esos documentales sobre la primera peli que nunca terminaba de animarme a ver: The Beast Within (2003) y Memory (2019). El primero es prácticamente un “cómo se hizo” que abarca desde la primera idea de Dan O’Bannon con su Dark Star hasta las reacciones del público tras el estreno, pasando por cada uno de los aspectos creativos de la peli y esclareciendo cuáles fueron las contribuciones de cada uno de los principales creadores. Cómo me hubiera gustado verlo en mi tierna adolescencia. Absolutamente imprescindible para el xenomórfilo. El segundo está, más bien, hecho a la mayor gloria de Dan O’Bannon tras su fallecimiento (su esposa es productora) y se dedica a desgranar todas las influencias que convergieron en la peli. Da para comentar muchas cosas, pero yo me quedo con una de las afirmaciones de uno de los entrevistados. Decía que Walter Hill abandonó el proyecto porque no creía en él, para dirigir Southern Comfort en su lugar. “Southern Comfort está muy bien (parafraseo), pero no es Alien”. Claro, hombre, claro. Pero si Hill se hubiera puesto a dirigir Alien sin creer en ella le habría salido un giñote, chaval. Por tanto, mejor así ¿no? Es decir, que no se pueden comparar dos actos creativos porque parten de intenciones diferentes, máxime cuando hablamos de cine, que es un medio en el que en una obra pueden meter mano literalmente cientos de personas y para que salga algo decente todas deben estar sintonizadas en la misma onda que el creador, y es él quien debe ser capaz de sintonizarlas allí (o sea, una cosa improbabilísima). Una de las cosas que el documental deja meridianamente claras es que Scott tenía las ideas muy claras (valga la redundancia) en todo momento sobre lo que quería ver en pantalla. Así que no, Walter Hill no hizo mal persiguiendo sus propias ambiciones, porque Southern Comfort es una película cojonuda con un final apoteósico. En resumen, Memory me ha parecido un fantástico documento sobre el acto creativo y tremendamente inspirador, hasta el punto de que esa mezcla gótica de tragedia griega, dioses egipcios y pesadillas biomecánicas me tuvo varios días embelesado.
Ahora me acabo de escuchar la adaptación a radionovela del segundo borrador del guion que William Gibson escribió para Alien 3, que jamás llegó a rodarse (y del que no quedó nada en la peli finalmente estrenada en cines). Leí el primer borrador el año pasado: propone algunas cosas interesantes, pero no deja de ser un primer borrador con escasísimo desarrollo de personajes, aunque tiene un clímax final inolvidable en el exterior de una estación espacial. La radionovela la narra Lance Henriksen en su papel de Ash, y es bastante parecido al primer borrador, pero peor: empieza por todo lo alto con un resumen magnífico y trepidante de Aliens, pero se va desinflando y uno termina la historia sin interés y con la impresión de que la adaptación no ha terminado de encontrarse a gusto en el medio radiofónico.
También me estoy viendo Alien:Earth, claro. No me está gustando mucho. Tiene cosas buenas, evidentemente, pero este no es mi alien que me lo han cambiao. No queda nada de la autenticidad ni de la transgresión de la obra original. El CGI será muy bueno, pero sigue notándose un huevo y no me genera ninguna emoción. Las elecciones estéticas no me dicen nada. Creo que la serie no encuentra el tono ni a nivel narrativo ni a nivel fotográfico (otro producto más con ese tono apagado, grisáceo, a piedra gastada que parece que se está imponiendo). En cierto modo me ha recordado a los primeros comics de la saga, hechos por autores muy diferentes, que llevaban la historia cada uno a su terreno. En Alien:Earth esto es así, pero, en mi opinión, se alejan tantísimo, que ya no queda casi nada. Terminaremos de verla, aunque es un poco triste ver cómo estas obras icónicas han degenerado en mediocres productos televisivos que nadie recordará de aquí a un tiempo. Bueno, nadie recordará nada en una cantidad suficiente de tiempo porque estaremos todos muertos, pero el Alien de Scott habrá tenido más influencia que esto.
No pensaba enrollarme tanto con Alien, pero ahora veo que se me ha ido la mano. También quería escribir un poco sobre Ebrovisión, Pirática, Illuminatus!, Codebreakers, música , el arte del Pacífico, el cierre de la librería Vortex de Brian Keene, los tres nuevos títulos de la colección Paperbacks From Hell en Valancourt, la primera temporada de Stranger Things, el rastro de Madrid, Mundodisco y Only Lovers Left Alive. Pero parecen muchas cosas y no me va a dar tiempo aquí. Quizá la próxima vez. Total, da igual, porque todos vamos a morir más pronto o más tarde. Tú también.